La posibilidad de que alienígenas ancestrales nos hayan estado visitando desde tiempos
remotos es algo que los investigadores se plantean a la luz de las pruebas, evidencias y señales,
que pueden apreciarse en construcciones, monumentos, leyendas y textos escritos entre otros.
Según la teoría de los antiguos astronautas, los
alienígenas
nos habrían estado visitando probablemente desde antes de que el hombre alcanzara su estado actual,
probablemente el hombre como lo conocemos ahora sea fruto de manipulaciones genéticas desarrolladas
a lo largo de años en el Homo Sapiens, acelerando un proceso que per se hubiera durado millones de
años... caso de fructificar. Podríamos ser como hijos terrestres, creados a su imagen y semejanza
como dice la Biblia que creo Dios al hombre, y esos «hijos» no habrían sido abandonados
completamente a su suerte, habrían sido de alguna manera guiados y ayudados para desarrollarse
técnica y espiritualmente.
La magnitud de proyectos arquitectónicos como las Pirámides, no ya sólo las de
Egipto, y algunos complejos megalíticos hacen sospechar del uso de una tecnología superior a la
esperada por los humanos de la época. En algunos casos en su construcción se habrían necesitado
grúas de un tamaño inexistente en la actualidad. ¿Cómo pudieron elevarlas entonces?
Los conocimientos astronómicos y científicos de nuestros antepasados eran
impresionantes desde la perspectiva actual. Los dogon son una tribu africana, según la leyenda unos
dioses llegaron en un barco desde el cielo, al realizar estudios sobre su cultura se puso de
manifiesto que cada cincuenta años celebran una fiesta en la que es protagonista la estrella Sirio,
la más luminosa del firmamento, esto no tendría nada de particular si no fuera porque conocen desde
tiempo ancestral que Sirio forma parte de un sistema junto a otra estrella enana, Sirio B, estrella
que no fue observada hasta mitad del siglo XIX.
La existencia de Dioses, muchos de ellos guerreros, en muchos mitos, leyendas y
religiones, puede y ha querido ser visto como la presencia de seres extraterrestres en la
antigüedad. La admiración y temor reverencial hacia esos poderosos seres habría quedado plasmado en
la memoria del hombre y transmitida por distintas vías de generación en generación. En no pocas
ocasiones se hacen descripciones de dioses voladores y poderosos rayos de fuego. En muchos grabados
sobre distintas superficies algunos investigadores que apoyan la teoría de los
alienígenas ancestrales,
han observado lo que pueden ser aparatos voladores y escafandras de astronautas.
De hecho, la misma Biblia y los Evangelios pueden ser una fuente razonable de
indicios de esta teoría. La existencia de Jesucristo, y su habilidad milagrosa, podría estar
«inspirada» por actividad extraterrestre, vía transformación o mejora genética. Algunos abogan por
una continuo contacto de los alienígenas ancestrales con la madre de Jesús, María, presencia que
habría velado por un correcto devenir de los acontecimientos según lo planificado por estos seres.
De tal forma que los ángeles serían
extraterrestres
encargados de ejecutar el plan y velar por su cumplimiento. La estrella de Belén podría ser una
nave extraterrestre
guía, si como leemos en los textos antiguos, la estrella se movía y se paraba, hasta detenerse
finalmente sobre el lugar donde nació Jesús, la hipótesis de que se trataba de una nave
extraterrestre no parece, en absoluto, descabellada.
En muchas culturas (India, China, nativos americanos y africanos) podemos
encontrar referencias que apuntan hacía la presencia de
extraterrestres,
los alienígenas ancestrales, en la antigüedad. Al menos en estos datos se apoyan los estudios de
investigadores y escritores que afirman su existencia. Nuestros padres o creadores alienígenas
habrían intervenido mucho más de lo que podemos imaginar para permanecer durante siglos en la
tradición oral o escrita de tantas culturas. La pregunta que nos hacemos es ¿se fueron o continúan
con nosotros? Probablemente algún investigador dentro de cientos de años encontrará muchas señales
de su presencia junto al hombre del siglo XXI.